CUARTO DÍA (01-10-78).
Hace 2.500 años, en una clase magistral de Sicología Descriptiva el Buda desarrolló en diálogo uno de los problemas más importantes referidos a la percepción, a la conciencia observadora de la percepción, basándose, como se suele hacer en Sicología Descriptiva, basándose en un método de registros. Este tipo de sicología es muy distinta a la sicología oficial, que trabaja más bien con explicaciones acerca de los fenómenos. Ustedes toman un tratado de sicología, y van a ver como dado un fenómeno, enseguidita organizan una cantidad de explicaciones sobre el fenómeno, pero, claro está, en cuanto al fenómeno mismo no dan su correcto registro. Así pues las corrientes psicológicas, a medida que se modifican con el paso del tiempo sus concepciones y sus datos, a medida que se amplían o se reducen sus conocimientos, van explicando los fenómenos síquicos de modo diferente. Así, si tomamos un tratado de hace 100 años de sicología, vamos a encontrar una cantidad de ingenuidades allí, que hoy no pueden admitirse. Este tipo de sicología sin centro de gravedad, sin permanencia, es así porque es epocal. Una explicación neurofisiológica, por ejemplo, de los fenómenos de conciencia, es interesante y es un avance. Al poco tiempo nos vamos a encontrar con otra más compleja. De todos modos el conocimiento avanza en cuanto a explicación; pero en cuanto a descripción del fenómeno en sí, tales explicaciones ni suman ni restan. Sin embargo una correcta explicación hecha hace 2.500 años, nos permite asistir a la aparición del fenómeno mental, exactamente igual que si hubiera sido dicha o hubiera sido dada ayer. U hoy mismo. Del mismo modo, una correcta explicación dada hoy, servirá sin duda para mucho tiempo más adelante, mientras no cambien las características esenciales de la conciencia humana. Este tipo de sicología descriptiva, no explicativa, salvo cuando es necesaria la explicación, este tipo de sicología descriptiva basada en registros, hace desaparecer las diferencias de tiempo y espacio. Es como si estas descripciones hicieran contemporáneos a todos los hombres, aunque estuvieran muy separados en el tiempo. Y por supuesto los hace también coterráneos aun cuando estén muy separados en las latitudes. En general, en las Escuelas de Sicología en sentido profundo, este es el método que se usa para la comprensión de los fenómenos mentales.
Yendo pues a nuestro tema, parece ser que el Buda estaba reunido con un conjunto de especialistas, y a modo de diálogo desarrolló lo que fue conocido posteriormente como el Acertijo de la Percepción. De pronto el Buda alzó su mano y preguntó a uno de sus discípulos más notables: -¿Qué ves Ananda?
Con su estilo sobrio, el Buda preguntaba, y respondía cada vez con precisión. Ananda era mucho más floral (risas) en sus desarrollos. Por consiguiente Ananda dijo: -Oh Noble Señor! Veo la mano del Iluminado que está delante mío y que se cierra.
-Muy bien Ananda (Risas) ¿Donde ves la mano, y desde dónde?
-Oh Maestro, (risas) veo la mano de mi noble Señor que se cierra y muestra el puño. La veo, desde luego, fuera de mí y desde mi.
-Muy bien Ananda, (Risas) ¿Con qué ves la mano?
-Por supuesto, Maestro, que veo la mano exactamente con mis ojos. (Risas)
-Dime, Ananda ¿la percepción está en tus ojos?
-Por cierto Venerable Maestro.
-Y dime, Ananda ¿qué sucede cuando cierras los párpados?
-Noble Maestro, cuando cierro los párpados desaparece la percepción.
-Eso, Ananda, es imposible (Risas) Acaso, Ananda, cuando se oscurece este cuarto y vas viendo cada vez menos ¿va desapareciendo la percepción?
-En efecto, Maestro.
-Y acaso, Ananda, cuando esta habitación queda a oscuras y sin embargo tu estás con los ojos abiertos y no ves nada ¿ha desaparecido la percepción?
-Oh, Noble Maestro, yo soy tu primo! (Risas) Recuerda que nos educamos juntos y que tú me querías mucho cuando pequeño, de manera que no me confundas! (Risas)
-Ananda: si se oscurece el cuarto no veo los objetos pero mis ojos siguen funcionando. Así, si hay luz detrás de mis párpados, veo pasar esa luz, y si hay total oscuridad queda esto a oscuras: de modo que no desaparece la percepción por el hecho de cerrar los párpados. Dime Ananda, si la percepción está en el ojo, y tu imaginas que ves mi mano ¿donde la ves?
-Será, Señor, que veo tu mano imaginándola también desde mi ojo.
-¿Qué quieres decir, Ananda? ¿Que la imaginación está en el ojo? Eso no es posible. Si la imaginación estuviera en el ojo, y tu imaginaras la mano adentro de tu cabeza, tendrías que dar vuelta a tu ojo hacia atrás para ver la mano que está adentro de tu cabeza. Tal cosa no es posible. De manera que tendrás que reconocer que la imaginación no está en el ojo. ¿Dónde está pues?
-Será, -dice Ananda- que tanto la visión como la imaginación no están en el ojo sino que están detrás del ojo. Y al estar detrás del ojo, cuando imagino puedo ver hacia atrás, y cuando veo, cuando percibo, puedo ver lo que hay adelante del ojo.
-En el 2º caso, Ananda, no verías los objetos sino que verías el ojo. (Risas)
Y así siguiendo con este tipo de diálogos y con El Acertijo de la Percepción, se van complicando los registros, se van presentando aparentemente soluciones, pero también se van dando cada vez más objeciones más fuertes hasta que finalmente Ananda, muy conmovido, le pide al Buda una adecuada explicación de como es esta historia de la visión, y de la imaginación, y de la conciencia en general. Y si bien el Buda es muy estricto en las descripciones, en sus explicaciones comienza a dar enormes rodeos y así se va cerrando ese capítulo contenido en el Surangama Sutra, uno de los tratados más interesantes de estos estudiosos.
Cuando mostramos la mano, vemos la mano afuera y desde adentro. Es decir que el objeto se nos aparece en un lugar diferente al punto de observación del objeto. Si mi punto de observación estuviera afuera, no podría tener noción de que veo. Por consiguiente, el punto de observación debe estar adentro y no afuera y el objeto debe estar afuera y no adentro. Pero si en cambio imagino la mano adentro de mi cabeza, sucede que tanto la imagen como el punto de observación están adentro. En el primer caso, en la mano que veo afuera desde adentro, pareciera que el punto de observación coincidiera aproximadamente con el ojo. En el segundo caso, cuando la mano está adentro, el punto de observación no coincide con el ojo; ya que si represento la mano adentro de mi cabeza, puedo verla desde mi ojo hacia adentro, , desde la parte posterior de mi cabeza hacia adentro, puedo también verla a mi mano desde arriba, desde abajo, y así desde muchos lugares. Es decir, que tratándose de una representación y no de una percepción, el punto de observación varía. Por lo tanto el punto de observación, en lo que a representación hace, no está fijado al ojo.
Si imagino ahora mi mano que está en el centro de mi cabeza saliendo hacia atrás, sigo imaginando mi mano desde dentro de mi cabeza, aunque represente mi mano fuera de ella. Podría pensarse que el punto de observación en algún momento sale de mi cabeza. Tal cosa no es posible. Si me imagino a mi mismo, por ejemplo, mirándome desde frente de mí, puedo representarme a esto que me mira, desde aquí, desde donde estoy. También puedo llegar a imaginar mi aspecto como si estuviera visto desde allí, desde el que me mira. Sin embargo, aún cuando me ubique en la imagen del que está frente a mí, el registro lo tengo desde mí, desde donde estoy. No puedo decir del mismo modo, que cuando me miro en el espejo, me veo adentro del espejo o me siento dentro del espejo. Yo estoy aquí mirándome allí, y no estoy allí mirándome aquí. (Risas) Podría uno confundirse y perderse dentro del espejo, por ejemplo (Risas). Podría uno confundirse y creer que por enfrentar la representación de sí mismo, allí está puesto el punto de observación; y ni aún en ese caso, tal cosa es posible. En determinadas circunstancias, casos cámara del silencio, decíamos ayer, al disminuir ciertos registros perceptuales, se pierde la noción del yo. Y al perderse la noción del yo, al no tener referencia del límite táctil, por ejemplo, se tiene a veces la impresión de que uno está fuera de aquí, e incluso que desde allí se ve. Pero si uno cuidadosamente toma el registro, va a observar que esa proyección táctil cenestésica, de todas maneras no pone el registro fuera de uno sino que uno no tiene exacta noción del punto de registro porque se han perdido sus límites.
Así pues, veo la mano fuera de mí y desde mí, o bien veo la mano en mí y dentro de mí en el caso de que la imagine. Aparentemente se trata del mismo espacio. Hay un espacio en el que se emplazan los objetos que observo, al cual puedo llamar espacio de percepción. Pero también hay un espacio donde se emplazan los objetos de representación, que no coincide con el espacio de percepción. Los objetos que se emplazan en estos dos diferentes espacios, tienen características diferentes. Si observo la mano veo que está a una determinada distancia de mi ojo. Veo que está más cerca que otros objetos, y más lejos tal vez que otros. Veo que a la mano, a su forma, le corresponde un color. Y aunque imagine otras cosas en torno a mi mano, la percepción se impone. Ahora imagino a mi mano. Mi mano puede estar adelante o atrás de un objeto. Inmediatamente puedo cambiar de ubicación. Mi mano puede hacerse muy pequeña o puede cubrir prácticamente el campo de mi representación. La forma de mi mano puede variar y puede cambiar su color. Así pues, la ubicación del objeto mental en el espacio de representación, se modifica dependiendo de mis operaciones mentales, mientras que la ubicación de los objetos en el espacio externo, se modifica también pero no dependiendo de mis operaciones mentales. Por mucho que piense yo en que esa columna se desplaza, en cuanto a representación tal cosa es posible, pero perceptualmente tiene su permanencia. Hay pues diferencias grandes entre el objeto representado y el objeto percibido. Y hay grandes diferencias también entre el espacio de percepción y el de representación.
Pero ahora sucede que cierro los párpados y represento mi mano. Está bien si represento mi mano adentro de mi cabeza. Pero cuando cierro los párpados y recuerdo mi mano que estaba afuera de mi cabeza, ¿dónde represento mi mano ahora que la recuerdo? ¿La represento dentro de mi cabeza?. No, la represento afuera de mi cabeza. Y, ¿cómo al recordar los objetos que veo, cómo al recordarlos puedo recordarlos ahora allí donde estaban, es decir, emplazados en un espacio externo? Porque al recordar un objeto externo se emplace adentro de mi cabeza es aceptable; pero esto de recordar un objeto que no está dentro de mi cabeza sino afuera de ella, siendo que mis párpados están cerrados y no los veo ¿qué tipo de espacio estoy viendo? O bien los objetos que recuerdo están adentro de mi cabeza y creo verlos afuera, o bien al cerrar los párpados y recordar los objetos, mi mente va afuera de mi espacio interno y llega al espacio externo. Tal cosa no es posible. Distingo bien entre objetos interno y externos. Distingo bien entre el espacio de percepción y el espacio de representación; pero se me confunde el registro cuando represento los objetos en el lugar donde están, es decir: afuera de mi representación interna.
¿Cómo distingo entre un objeto que está representado en el interior de mi cabeza, de un objeto que está representado o recordado fuera de mi cabeza? Lo distingo porque tengo noción del límite de mi cabeza. ¿Y qué es lo que pone el límite? El límite está puesto por la sensación táctil, y es la sensación táctil de mis párpados la que me hace distinguir el objeto que está representado adentro, o afuera. Si esto es así, el objeto representado afuera no necesariamente está afuera, sino ubicado en la parte más superficial de mi espacio de representación, lo que me da el registro traducido a imagen visual, de que estuviera afuera. Pero la diferencia de límite es táctil y no visual.
Tan poderosa es la representación, que incluso modifica a la percepción. Si ustedes ven ese telón atrás y lo imaginan muy cerca de sus ojos, van a ver que al mirar nuevamente el telón real, van a ver que necesitan un tiempo para que se acomode la visión. Es decir: ustedes imaginan que el telón está muy cerca de sus ojos, y al imaginarlo su ojo se acomoda al telón imaginado y no al real. A la inversa, si ustedes imaginan que ven a través del telón un edificio que pudiera existir atrás, y luego miran el telón nuevamente, de nuevo el ojo se acomoda; y se acomoda porque antes se desacomodó; y se desacomodó porque el ojo puso la distancia de acuerdo a la imagen y no a la percepción. La imagen, la representación, acomoda inclusive a la percepción. Si esto es así, los datos de la percepción pueden modificarse seriamente de acuerdo a la representación que esté actuando. Podría por ejemplo suceder que nuestro sistema de representación acomodara al mundo en general de un modo no tan exacto, a como nosotros creemos que es. Sobre todo considerando esto de que a la vez los fenómenos que se emplazan en el espacio de representación, no coinciden con los fenómenos del espacio de percepción. Y sabiendo que los fenómenos de representación modifican la percepción, la percepción puede estar alterada de acuerdo al sistema de representación. Y al decir alterada no hablo de casos particulares de alteración, sino de la percepción en general.
Puedo orientar mi cuerpo hacia los objetos gracias a la percepción. Pero también puedo orientar mi cuerpo hacia los objetos gracias a la representación. Si el objeto en lugar de estar representado afuera, estuviera representado adentro de mi cabeza, no podría orientar mi actividad hacia el objeto. Cuando estoy en vigilia y con los ojos abiertos, mi punto de observación coincide con el ojo; y no solo con el ojo sino con todos los sentidos externos. Pero cuando mi nivel de conciencia baja, mi punto de observación se va hacia adentro. Esto es así porque a medida que disminuye el nivel de conciencia, disminuye la franja de percepción de los sentidos externos y aumenta el registro de los sentidos internos. Por lo tanto el punto de mira, que no es sino sumatoria y estructura de datos de memoria y de datos de percepción, al disminuir los datos de percepción, al disminuir los datos de percepción externos y aumentar los internos, el punto de mira se desplaza hacia adentro. Este punto de mira se desplaza hacia adentro en la caída de los niveles de conciencia, cumpliendo con la función de que la imagen del sueño no dispare su carga hacia los centros y mueva al cuerpo hacia el mundo. Si todas las imágenes que surgen en mis sueños movilizaran centros con actividad hacia el mundo, el sueño no serviría para mucho en lo que hace a recomposición de las actividades. A menos que me encuentre en una situación sonambúlica, o de sueño alterado, en donde hablo, me muevo, me agito, por último me levanto y echo a andar. Esto es posible porque el punto de mira, en lugar de haberse internalizado, se mantiene avanzando siguiendo las representaciones.
Si por rebote interno, es decir por problemas con mis propios contenidos, mi punto de mira es expulsado hacia la periferia, o por estímulos externos mi punto de mira es requerido hacia la periferia, aunque esté en situación de sueño, mis imágenes tienden a estar emplazadas en el punto más externo del espacio de representación, y por tanto a disparar sus señales hacia los centros y de ahí al mundo externo. Cuando el sueño se hace profundo, el punto de observación cae hacia adentro, las imágenes se internalizan y la estructura en general del espacio de representación se modifica. De este modo, cuando estoy en vigilia, veo las cosas desde mí pero no me veo a mí, mientras que durante el sueño, me suelo ver a mí mismo. Muchas gentes no se ven a sí mismas en los sueños, sino que ven de un modo parecido a como perciben el mundo en la vida diaria. Esto es así porque su punto de mira está desplazado hacia los límites de la representación. Su sueño no es del todo adecuado. Pero si el punto de mira cae hacia adentro, me veo a mí mismo cuando me represento en sueños, desde afuera. Y no es que mi imagen esté fuera de mi cabeza. Es que mi punto de observación se ha corrido hacia adentro, y observo en pantalla la película de la representación donde aparezco yo mismo. Pero no voy percibiendo el mundo desde mí como en vigilia, sino que me veo realizando determinadas operaciones. Esto mismo sucede con la memoria antigua. Si ustedes se recuerdan a ustedes mismos a los 2 años de edad o a los 3, o a los 4, no se recuerdan a ustedes viendo los objetos desde ustedes, sino que se ven a ustedes mismos haciendo cosas o entre determinados objetos. La memoria antigua en cuanto a imágenes, como la representación en el nivel de sueño profundo, separan en profundidad el punto de mira. Este punto de mira no es sino el yo. El yo se mueve, el yo se emplaza en una profundidad o en otra del espacio de representación, desde el yo se observa el mundo, desde el yo se observan las propias representaciones. El yo es variable, el yo adecúa las representaciones, y el yo modifica las percepciones según el ejemplo que hemos visto.
Cuando represento imágenes que se emplazan en una profundidad o en otra profundidad, por ejemplo cuando imagino que bajo escaleras hacia las profundidades, o cuando imagino que subo escaleras, si observo mi ojo veré que mi ojo baja, o mi ojo sube. Es decir, aunque el ojo esté de más porque no tiene que ver ningún objeto externo, el ojo va siguiendo las representaciones como si las percibiera. Si yo imagino a mi casa que está allá, mi ojo tiende a ir hacia allá. Y si mi ojo no fuera hacia allá, de todos modos mi representación corresponde a ese lugar del espacio. Inversamente, si imagino a mi casa en el otro punto. Este ojo que sube y baja siguiendo las imágenes, se va encontrando con distintos objetos. Porque según parece, en esa pantalla de la representación, a esa pantalla de representación en donde mira el yo, están conectados todos los sistemas de impulso del propio cuerpo. De manera que en una franja del espacio de representación hay impulsos de una parte del cuerpo, en otra franja otros y así siguiendo. Y ustedes saben que estos impulsos se traducen, se deforman, se transforman.
En un ejemplo por nosotros ya muy conocido, en el caso de un trabajo transferencial, se observó lo siguiente. Nuestro amigo comienza a descender en sus imágenes. Lo hace por una especie de tubo y en su bajada se encuentra con, de pronto, una fuerte resistencia. Esa resistencia es una cabeza de gato muy grande, que le impide seguir bajando en el tubo. El guía que trabaja con nuestro sujeto, le sugiere que para poder pasar, acaricie el cuello del gato. El, en imagen, acaricia el cuello del gato, y el gato de pronto se achica. Simultáneamente él registra una distensión en su cuello, y entonces pasa por el tubo. Es decir que el gato no es sino, en ese caso, la alegorización de una tensión en el cuello del sujeto mismo. Al producir la distensión, entonces el sistema de señal de esa imagen alegorizada como gato, se modifica, disminuye la resistencia, y nuestro amigo desciende. En otro caso: un amigo nuestro, allá en las profundidades, descendiendo y descendiendo y descendiendo, se encuentra de repente con un señor que le da una pequeña piedra oscura. Nuestro amigo sigue subiendo y llega hasta un plano medio digamos, mas o menos habitual, cotidiano, aunque representado. Viene otro señor y le da un objeto diferente, pero de forma parecida al objeto que vio allá abajo. Sigue subiendo hasta las alturas. Va subiendo hacia arriba por las montañas, se pierde en las nubes, y allá se encuentra una especie de ángel o algo por estilo, que le da un objeto más radiante, más claro, pero con características similares. En los 3 casos, nuestro amigo observa el objeto en un punto preciso del espacio de representación. El mismo objeto no aparece en un punto acá, en otro allá, en otro allá, sino que según el plano por el que se desplaza, digamos, el objeto aparece en la mitad del plano, un poco corrido hacia la izquierda. Y es claro, nuestro amigo tiene, y luego lo recuerda, una vértebra artificial que da señal, aunque él habitualmente no lo perciba siempre del mismo modo, y siempre traduciéndose esa señal como una imagen.
De manera que, los sistemas de alegorización, transforman las señales del intracuerpo, y las traducen como imágenes en distintos puntos del espacio de representación. No es que el ojo al subir y bajar baje a observar lo que sucede en el intracuerpo. No se metió el ojo adentro del esófago sino que llegó hasta la pantalla de representación la señal de tensión, sin que el ojo haya llegado hasta ese punto. Así pues, si desciendo, voy tomando contacto con traducciones de distinto nivel del intracuerpo. Esto no quiere decir que mi ojo se vaya introduciendo en mis vísceras, y traduciendo lo que veo.
A medida que se desciende en el espacio de representación, este se va oscureciendo. A medida que se asciende en el espacio de representación, este se va aclarando, según conocen ustedes repetidamente. Esta oscuridad en el descenso y claridad hacia arriba, tiene que ver en realidad con dos fenómenos: uno, el alejamiento de los centros ópticos; otro, con el habitual sistema de ideación y el habitual sistema de percepción en donde tenemos asociada la luz del sol en el cielo, etc., la falta de luz en las oscuridades.
Esto no quiere decir que a la luz solamente se la puede emplazar en las alturas, o que las profundidades no sean claras, porque hay objetos en las alturas que son oscuros, aún cuando el espacio de representación esté más iluminado, y hay objetos que son claros en las profundidades del espacio de representación. Pero hay puntos límites tanto en el ascenso como en el descenso en el espacio de representación. Y así, llegando a los límites, tanto hacia abajo como hacia arriba, todo el espacio de representación queda oscurecido. Y queda oscurecido porque estamos llegando a las sensaciones límites del cuerpo. Queda oscurecido porque más allá de eso no hay señal. De tal manera que, bajando o subiendo, cuando en las alturas veamos claridades, subiendo mucho más allá y más allá de las claridades, se empieza a oscurecer también el espacio de representación tanto arriba como hacia abajo y en sus límites, queda totalmente oscurecido.
En las profundidades o en las alturas, pueden aparecer objetos más o menos luminosos. Puedo percibir tales objetos, o mejor dicho representar, pero esto no modifica el tono general de luz que pueda existir en el espacio de representación. No obstante, en determinadas condiciones, y siempre que haya llegado a los límites del espacio de representación, solo en determinadas condiciones, se produce un curioso fenómeno de luz tal, que irrumpe iluminando todo el espacio de representación. Y así, esta luz que ilumina todo el espacio de representación, se hace presente de tal manera que ya aunque nuestro sujeto suba o baje, en todos los casos el espacio de representación permanece iluminado, no dependiendo tal iluminación de un objeto particularmente iluminado, sino que toda la pantalla está ahora con mucho brillo. Es como si ustedes, en TV, pusieran la pantalla a sumos brillo, no se trata de que vean un objeto más iluminado que otro, sucede que le han dado un particular brillo, e independientemente de lo que pasa en las figuras, el brillo general de la pantalla es sumo. En algunos procesos transferenciales, y luego de registrar este fenómeno, nuestro amigo sale a vigilia y su percepción del mundo sigue modificada, por esa curiosa transformación que se ha operado en su espacio de representación. Así, los objetos resultan más brillantes, más netos, con más profundidad, etc., etc., según las descripciones. Es decir que al producirse este curioso fenómeno de iluminación del espacio, algo ha pasado también no solo en el sistema de representación, sino que este sistema de representación está modificando las percepciones que llegan desde el mundo., según lo que venimos viendo. Esto es muy accidental. Se producen los dos fenómenos: el de la oscuridad límite, y en muy contadas ocasiones el del traspaso de esa barrera y el acceso a una suerte de luz que ilumina el espacio de representación.
En los procesos autotransferenciales, en cambio, la intención final a la que marcha el proceso autotransferencial, precisamente es al de trascender los límites de la representación, de ese espacio que finalmente se oscurece. Y, de un modo empírico también, y sin mayor conocimiento técnico, o tal vez con conocimiento técnico pero sin exhibirlo, en numerosas religiones y en numerosas prácticas místicas, se trata de ponerse en contacto con esa Luz, o con ese fenómeno trascendente al sistema de representación, que de pronto irrumpe en la conciencia.
Por diferentes procedimientos ascéticos, a veces rituales, a veces alucinantes, por medio de ayuno, por medio de la oración, por medio de la repetición, por muchos medios, muchos ritos en todo caso superiores, y muchas religiones, en todo caso superiores, pretenden lograr ese contacto con una suerte de fuente de Luz. En los procesos transferenciales y en los procesos autotransferenciales, sea por accidente en el primer caso, o de modo dirigido en el segundo, se conoce algo acerca de estos fenómenos… Y se sabe que esto puede producirse cuando el sujeto ha recibido una fuerte conmoción síquica, es decir que su estado es aproximadamente un estado alterado de la conciencia. La literatura universal también está plagada de numerosas consideraciones acerca de estos fenómenos. Cuando luego de su conmoción interna Moisés sube al monte y se encuentra con una Luz, con una zarza ardiente que está delante de él, y entonces sin mirar dice: «¿Y tu quien eres?» y la zarza ardiente, cosa extraña, le habla. Es decir se comunica con él y le responde: «Yo soy el que soy». Es una interesante respuesta. Cuando Pablo, que en el surgimiento del cristianismo se dedicaba a perseguir cristianos, -era un hobby que él tenía-, (risas) cuando Pablo andaba detrás de los cristianos, pero seguramente en fuerte conmoción espiritual y en fuerte búsqueda, de pronto ve una gran Luz que lo derriba del caballo donde cabalgaba, y casi queda ciego, y la Luz le pregunta: «Saulo ¿por qué me persigues?»-así se llamaba Pablo. Saulo podría llamarse Ramón, por ejemplo (risas), pero bueno se llamaba así, entonces la Luz le dice «¿Por qué me persigues?», además Saulo queda ciego y queda enceguecido por esa Luz. Y luego Saulo se convierte al cristianismo y se convierte en el organizador más grande del cristianismo, en San Pablo.
Hoy, sin ir más lejos, se están viendo numerosos objetos en los cielos. La gente ve luces. Si nuestro amigo es un señor que maneja un carro y en plena noche ve una luz delante de él, una luz que se mueve, y para su auto y esta luz se sigue moviendo a gran velocidad… y claro no es la luz de otro vehículo que venga, es una luz que se desplaza en todas direcciones, esa luz, si no hay referencias espaciales, si no hay postes telefónicos, casas, etc. esa luz ¿a qué distancia está? ¿Está detrás del parabrisas o está delante del parabrisas? ¿O está en la conciencia, y esa representación está modificando su percepción?. Luego, que hay muchos otros fenómenos que no tienen nada que ver con esto de la Luz que veníamos comentando antes, como en el caso de Saulo, como en el caso de Moisés, etc. Hay otros muchos casos que también se observan; casos de luminiscencias, etc. en cámara de silencio, por ejemplo. También con drogas alucinógenas la gente observa determinadas cosas pero no tiene que ver con esto de la Luz enceguecedora. En cámara de silencio, ya que está flotando el sujeto, y su rostro está fuera del agua y algunas partes de su cuerpo también, en un momento dado el sujeto ve una luna de plata, por ejemplo. Esta luna de plata no es sino la traducción a imagen visual de su sensación táctil, de esa parte del rostro que queda fuera del agua, y que toma más o menos la forma, esa luna en creciente o en menguante, la forma de la cara de nuestro amigo. Esta luz a su vez se independiza y el sujeto, como no tiene ahora límites corporales, no sabe si esta luz está fuera de él o si es una proyección de un fenómeno traducido de representación interna. Así es que esto de las luces que se andan viendo, puede deberse también a anestesias intracorporales, que por fuertes sistemas de tensión en la sociedad contemporánea, inhiben impulsos y se traducen entonces como determinadas imágenes que pueden proyectarse en un estado alterado de conciencia.
La cosa se complica cuando no se trata ya de un disquito que va y viene sino que de pronto, tal fenómeno irrumpe con gran fuerza, irrumpe con gran Fuerza deslumbrando con gran Luz al sujeto que observa. Y el sujeto entonces queda a veces enceguecido. No se trata de un disquito. Siempre y cuando demos crédito a las cosas que la gente cuenta. También sucede con estas luces poderosas, también sucede que el sujeto habla de conexiones con esa Luz. Y entonces parece que hablara con esa Luz, y que entonces hay una suerte de contacto telepático, y en que la Luz les indica cosas o ellos se comunican con esa Luz del modo en que Moisés en su momento se conectaba con la zarza o Saulo se conectaba con aquella Luz que lo lanzó del caballo, nuestros contemporáneos que andan viendo cosas por los cielos, o también a veces se comunican con esas poderosas fuentes de Luz, que , parece, dan determinados mensajes y reciben mensajes y así siguiendo. Según comentan ya en la Ilíada y en otros textos, según comentan algunos que parecieron morir y estuvieron de regreso, les pareció a ellos abandonar su cuerpo e ir orientándose hacia una luz cada vez más viva, sin poder relatar bien, -no en el caso de la Ilíada, sino en el de los contemporáneos-, sin poder relatar bien si es que ellos avanzan hacia la luz o la luz avanza hacia ellos. El hecho es que se van encontrando con semejante luz, y esta luz tiene la propiedad de comunicarse con ellos de algún modo, de hablar con ellos o de darles indicaciones. Esto de las luces que hablan es un poco extraño, ustedes saben. Y estas luces dan sus indicaciones, y se establece ese contacto. Y claro, para poder contar esta historia será que reciben un shock eléctrico en el corazón o algo por el estilo, y entonces se sienten retrocediendo y alejándose de la famosa luz con la que estaba por tomar un interesante contacto (risas). Pero claro, si toman ese contacto nosotros no nos enteramos (risas). Así es que está bien en todo caso que hagan su regreso. (Risas).
Hay numerosas explicaciones acerca de estos fenómenos, explicaciones por el lado de la anoxia, explicaciones por el lado de la acumulación de dióxido de carbono; hay numerosas explicaciones en torno a este fenómeno de la luz. Pero a nosotros, como de costumbre, no nos interesan tanto las explicaciones, que hoy son unas y mañana otras, sino más bien el sistema de registro, el emplazamiento, el registro afectivo que padece el sujeto, y muy por sobre todas las cosas, esa suerte de gran sentido que parece darle al sujeto, y que con seguridad cambia su vida. La vida de Moisés que cambia, la vida de Pablo que cambia, la vida de los sujetos que creen haber tenido una experiencia fuerte con esa Luz, y así tantos otros casos. Aquellos que creen haber vuelto de la muerte, etc. este cambio de sentido de la propia vida por el hecho de la experiencia de contacto con un fenómeno extraordinario que de pronto irrumpe en el sujeto, y que el sujeto no alcanza a comprender si se trata de un fenómeno de percepción o de representación, pero para el caso en todas las situaciones este fenómeno parece de gran importancia, si por el hecho de su presencia tiene aptitud para cambiar súbitamente el sentido de la vida humana.
Mañana continuaremos con estos temas.