El estudio de los centros, de los niveles de conciencia y del comportamiento en general, debe permitirnos articular una síntesis elemental del funcionamiento de la estructura psíquica humana. Debe permitirnos comprender, elementalmente también, estos mecanismos básicos que guían las actividades del ser humano según sufrimiento o placer, y debe permitirnos comprender no sólo la captación real que esta estructura humana hace de la realidad circundante, sino también la captación ilusoria que esta estructura hace de la realidad circundante y de la propia realidad. Esos son los puntos que importan para nosotros. Nuestro hilo conductor está lanzado en dirección hacia la comprensión del sufrimiento, del placer y de los datos psicológicos que pudieran ser verdaderos o ilusorios.
Entremos en el tema del comportamiento.
El estudio del funcionamiento de los centros y el descubrimiento de sus ciclos y ritmos, permite entender velocidades y tipos de reacción frente al mundo en su aspecto más maquinal. Por otra parte, el examen de los ensueños y del núcleo de ensueño, nos pone en contacto con fuerzas inhibitorias o movilizadoras de ciertos comportamientos que se asumen frente al mundo. Pero además del aspecto mecánico psíquico y corporal, además del aspecto mecánico del comportamiento, reconocemos factores de tipo social, de tipo ambiental y de acumulación de experiencia a lo largo de la vida, que actúan con igual fuerza que los factores mecánicos en la formación de este comportamiento. Y esto es así porque aparte de las estimulaciones que pudieran llegar a la estructura psíquica (y a las cuales ésta responde inmediatamente), hay otras estimulaciones no ocasionales que permanecen en la estructura y continúan dando señal con relativa fijeza. Estamos hablando de este fenómeno de la retención de los instantes en que se producen los fenómenos. Estos fenómenos no se producen simplemente y desaparecen definitivamente. Todo fenómeno que se produce, que modifica la postura de esta estructura es, además, almacenado en ella. De modo que esta memoria con que cuenta esa estructura (memoria no sólo de los estímulos sino memoria de las respuestas a los estímulos, y memoria también de los niveles que trabajaron en el momento de los estímulos y de las respuestas), va a presionar, va a influir decisivamente sobre los nuevos eventos que ocurran en el psiquismo. Así pues, no vamos a contar en cada fenómeno que se produce con una situación primera, sino que vamos a contar con el fenómeno y todo lo que le aconteció anteriormente. Cuando hablamos del comportamiento, nos referimos a este factor de retención temporal que es de suma importancia.
Un importante factor formador de conducta es la propia biografía, que es todo lo que ha ido sucediendo al sujeto a lo largo de su vida. Esto pesa en la estructura humana tanto como el acontecimiento que en ese momento se produce. Vistas así las cosas, en un comportamiento determinado frente al mundo está pesando tanto el estímulo que en ese instante se recibe, como todo aquello que forma parte del proceso anterior de esa estructura. Normalmente se tiende a pensar que este es un sistema simple de estímulo y de respuesta pero si hablamos de estímulo, también lo que ha acontecido anteriormente es un estímulo actual. La memoria no es, en este sentido, simple acumulación de hechos pasados. La memoria, en este sentido, es un sistema de estímulos actuantes desde el pasado. La memoria es algo que no simplemente se ha acumulado en esa estructura, sino que está vivo, está vigente y está actuando con pareja intensidad a la de los estímulos presentes. Estos acontecimientos podrán o no ser evocados en un determinado nivel de conciencia pero sean o no evocados, su acción es fatal en todo instante en que la estructura va recibiendo estimulaciones del mundo y se va comportando frente al mundo. Parece importante tener en cuenta lo biográfico, lo histórico en la vida humana y considerarlo actuante de un modo presente, no simplemente de un modo acumulativo como si se tratara de un reservorio que abre sus compuertas únicamente cuando se recuerdan los acontecimientos pasados. Se recuerden o no se recuerden aquellos acontecimientos, ellos fueron los formadores del comportamiento.
Hablar de biografía es lo mismo que hablar de historia personal. Pero esa historia personal, según la entendemos, es una historia viva y actuante. Esta historia personal nos lleva a considerar un segundo aspecto y es el que aparece como código frente a situaciones dadas. Es decir, los acontecimientos provenientes de un medio suscitan no una respuesta sino un sistema estructurado de respuesta. Y este sistema de respuesta sirve en momentos posteriores para efectuar comportamientos similares.
Estos códigos de situación, es decir, conductas fijas que el ser humano adquiere (probablemente para ahorrar energía y también probablemente como protección de su integridad), son el conjunto de roles.
Los roles son hábitos fijos de comportamiento que se van formando por la confrontación con distintos medios en que le toca a una persona vivir: un rol para el trabajo, un rol para la familia, un rol para las amistades, etcétera. Estos roles no están actuando solamente cuando surge la confrontación con un medio dado. Estos roles están actuando también en todo momento aunque no estemos confrontados con la situación dada. Se manifiestan, se ponen en evidencia, cuando el estímulo de situación entra en una determinada franja del comportamiento humano.
Distinguimos los roles familiares, los roles laborales, distintos roles de situación que una persona puede haber fijado, puede haber grabado. Y entonces es claro que cuando esa persona entra a su trabajo su comportamiento se adecua, toma un rol propio de su trabajo y que es diferente al rol que toma frente a su familia. Pero hay también en el rol que toma en esa situación dada, muchos componentes propios de los roles de confrontación con otras situaciones. Es como si numerosos roles de otras situaciones se filtraran en la situación que está grabada para responder en ese medio. A veces esos otros roles no se filtran sólo por acción, no se manifiestan con sus características por acción sino por inhibición. Por ejemplo, una persona ha grabado su rol de trabajo, ha grabado su rol de familia y ha grabado otros numerosos roles. Pero su rol de familia es inhibitorio, su rol de trabajo no tiene ningún motivo para manifestarse inhibitoriamente, y entonces sucede que aparecen estas infiltraciones propias de la relación familiar en la relación de trabajo, surgiendo fenómenos inhibitorios que no han sido grabados en el rol de trabajo. Esto es sumamente frecuente y entonces se produce una especie de traspase de datos inhibitorios o activadores de roles que corresponden a distintas franjas de confrontación con el mundo.
Así como hemos estado hablando de un trabajo de centros de tipo dinámico y estructural y no hemos hablado de esos centros como si fueran compartimentos estancos y aislados; así como hemos hablado de un trabajo de niveles sumamente dinámico, estructural, en donde esos niveles son mutuamente actuantes, estamos hablando en el comportamiento también de una estructura (en este caso de roles), en la que sucede algo más que soltar una ficha de computadora frente a un estímulo dado.
Se puede advertir una dinámica continua en la estructura humana. Buscando algunos ejemplos, vemos que la gente muy joven no tiene formada todavía esa capa protectora de roles. Esa gente joven se encuentra desprotegida en la confrontación con el mundo porque no ha grabado aún determinados códigos. Puede haber grabado el código básico de relación familiar y unos pocos más. A medida que avanza en edad y a medida en que el medio va exigiendo una cantidad de comportamientos, van ampliándose estas capas de roles. Esto es lo que debería suceder. En realidad eso no sucede completamente porque hay numerosos fenómenos que impiden esta ganancia en seguridad en el manejo del medio. Se producen errores de rol. Tal es el caso de un individuo que se comporta en un lugar con el rol de otras situaciones. Por ejemplo, en su trabajo se comporta con roles familiares. Entonces se relaciona con su jefe del modo en que se relaciona con su hermano y esto trae aparejado, lógicamente, numerosos problemas y confrontaciones. También puede haber error de rol cuando la situación es nueva y el sujeto no acierta a adaptarse.
El estudio de la historia personal, el estudio de la biografía, y el estudio de estos códigos de comportamiento, de estos roles de comportamiento, aclaran algunos aspectos y arrojan luz sobre algunas inhibiciones en otros campos. Por ejemplo, en el trabajo de los centros y también en la estructuración de los ensueños. De manera que estos centros y esos niveles de trabajo también son modificados en su acción por estas codificaciones que se van haciendo, por esta historia personal, por esta biografía.
Podemos afinar un poco más nuestro estudio sobre el comportamiento haciendo ingresar unos conceptos que resultarán sencillos y operativos. Así pues, llamamos “paisaje de formación” al conjunto de grabaciones que configuran el substrato biográfico sobre el que van sedimentando hábitos y rasgos básicos de personalidad. La formación de ese paisaje comienza en el nacimiento. Las grabaciones estructuradas básicas comprometen no sólo a un sistema de recuerdos sino a tonos afectivos, a una forma característica de pensar, a una manera típica de actuar y, en definitiva, a un modo de experimentar el mundo y de actuar en él.
La estructuración que progresivamente vamos haciendo del mundo que nos rodea está fuertemente influida por esa base de recuerdos que comprendió objetos tangibles, pero también intangibles como valores, motivaciones sociales y relaciones interpersonales. Podemos considerar a nuestra infancia como la etapa vital en la que el paisaje de formación se articuló plenamente. Recordamos a la familia funcionando de distinta manera que en el día de hoy; también se ha modificado nuestra concepción de la amistad, del compañerismo y, en general, de las relaciones interpersonales. Los estamentos sociales tenían, en aquella época, una definición diferente y también ha variado lo que se debía hacer y lo que no (la normativa epocal), los ideales personales y grupales. En otras palabras: los objetos intangibles que constituyeron nuestro paisaje de formación, se han modificado. Sin embargo, el paisaje de formación se sigue expresando en nuestra conducta como un modo de ser y de movernos entre las personas y las cosas. Ese paisaje también es un tono afectivo general y una “sensibilidad” de época no concordante con la actual.
Debemos considerar a la “mirada” propia y la de los otros, como determinantes importantes de nuestro paisaje de formación. Son numerosos los factores que han actuado en nosotros para ir produciendo un comportamiento personal a lo largo del tiempo, una codificación sobre la base de la cual damos respuestas y nos ajustamos al medio. La propia mirada sobre el mundo y las miradas ajenas sobre uno mismo, actuaban pues como reajustes de conducta y gracias a todo esto se fue formando un comportamiento. Hoy contamos con un enorme sistema de códigos acuñado en aquella etapa de formación y lo experimentamos como un “trasfondo” biográfico al cual responde nuestra conducta aplicándose a un mundo que, sin embargo, ha cambiado.
Numerosas conductas forman parte de nuestro comportamiento típico actual. A esas conductas podemos entenderlas como “tácticas” que utilizamos para desenvolvernos en el mundo. Muchas de esas tácticas han resultado adecuadas hasta ahora, pero hay otras que reconocemos como inoperantes y hasta como generadoras de conflicto. Y todo esto tiene no poca importancia al juzgar a nuestra propia vida en torno al tema de la adaptación creciente. A estas alturas se está en condiciones de comprender las raíces de numerosas compulsiones asociadas a conductas iniciadas en el paisaje de formación. Pero la modificación de conductas ligadas a valores y a una determinada sensibilidad, difícilmente pueda realizarse sin tocar la estructura de relación global con el mundo en que se vive actualmente.