Que jamás se responda a la violencia con violencia.

Que nuestros hermanos luchen pacíficamente por el reparto de las riquezas, hasta lograr que cada ser humano reciba según sus necesidades. Y que esto comience a practicarse entre nosotros.

Que las razas se hermanen definitivamente integrando una sola humanidad.

Que este Dios y esa otra vida más allá de esta muerte se busquen en el fondo dormido de uno mismo. En aquel fondo lleno do fuerzas desconocidas y de poderes inmensos.

Así han hablado los Maestros a los Iniciados y éstos a nosotros, destacando los cuatro puntos de la liberación humana:

No-violencia física, no-violencia económica, no-violencia racial y no-violencia religiosa.

Que nuestros deberes permanentes sean: despertar cada día más armonizado el pensamiento, el sentimiento y la acción, y al mismo tiempo, despertar a los demás por la enseñanza y la práctica de ésta, la más humilde y sencilla de las doctrinas.

Salvemos al hombre de la venganza, preparando el camino de la nueva humanidad que ya se acerca.