Cómo hacía la computadora para escribir poemas por su cuenta, es algo que me intrigó durante mucho tiempo. El caso es que se ponía en acción justo en el momento en que me ausentaba. Pero hoy acabo de seguir con nitidez las huellas de la culpa. Y ya no más querida mía; ¡ya no más, estúpida TZ- 28300!

Hace sólo un momento, todo estaba bien. Tomaba café y operaba con mis aparatos. Lobo dormía, como siempre, en un rincón alfombrado. Trabajando en el cuarto de pruebas con el instrumental y las sustancias, me ayudaba en la investigación el programa experto de Química que había introducido en la TZ- 28300. Estaba en la secuencia en que la computadora me preguntaba: “¿Se funde con facilidad?” y yo tecleaba “no”. Entonces ella esbozaba conclusiones y daba sugerencias escribiéndolas en el papel continuo de modo que la información quedara impresa para ulteriores revisiones.

–Probablemente es un compuesto iónico. ¿Se disuelve?

–Sí.

–Halla el P.H. y luego señala si es un ácido, un álcali o una sustancia neutra. ¡TECLEA LA RESPUESTA!

–Es neutra.

–Se trata de una sal neutra. Averigua el metal que contiene sobre la base de la prueba de la llama. ¿Tienes una respuesta?

–Sí.

–Procede con la determinación de los radicales. Si muestra un precipitado blanco cuando se añade cloruro de bario, el radical es sulfato. Si resulta blanco cuando se añade nitrato de plata, se trata de cloruro. Si desprende dióxido de carbono cuando se lo calienta, es carbonato. Combina el metal y el radical para averiguar el nombre del compuesto. ¡TECLEA LA RESPUESTA!

En ese momento partí hacia la otra habitación a buscar unos recipientes de porcelana para seguir con los experimentos. Pero, como ya había ocurrido otras veces, escuché el zumbido que denunciaba la impresión de un texto y regresé corriendo. La impresora devoraba papel blanco por un lado y lo expulsaba escrito por otro. Ante mis ojos se estaba componiendo una secuencia que no podía ocurrir dado el programa con que trabajaba. La TZ- 28300 estaba combinando datos químicos con la más variada información personal que yo tenía almacenada, y con fragmentos de la enciclopedia que estaba en su disco rígido. Sin embargo, esa incoherencia no era cosa del otro mundo. Dos o tres áreas de memoria que de pronto se mezclaban por una inoportuna instrucción como “merge”, provocaban esos fenómenos. Sólo que esa orden debía ser tecleada por mí y no era ese el caso, máxime en mi ausencia. Además, la combinación debía pasar por un procesador de palabras de inteligencia artificial, como ocurría cada vez de acuerdo con los ordenamientos que aparecían escritos. ¡Demasiados errores plasmados en una dirección precisa! Dejé que salieran metros y metros de papel escrito hasta que se presentaron algunas quintillas inteligibles: