Repitió suavemente la llamada y esta vez, alguien lo invitó a entrar. Empujo la pesada hoja, cerrándola tras de sí. En esa habitación de estilo afrancesado San Petersburgo, se centraba una gran mesa. Tal vez, diez personas sentadas hacían semicírculo enfrentándolo con curiosidad.

Pasaron unos segundos, antes de que alguien dijera:

‑¡Acérquese…! Acompáñenos.

Camino interminablemente forzando una sonrisa de saludo. Luego, ocupo la única silla vacía. El silencio se hizo cortante. Carraspeo. Entonces, el mas anciano del conjunto, explico afablemente:

‑El camarada Yuri V. Tókarev, tiene numerosos méritos. Méritos difíciles de acumular en un ejercicio profesional como el suyo. Es un buen trabajador intelectual y cumple con una función poco comprendida por la opinión pública.

El anciano hablaba lentamente, acompañando sus palabras con amplios gestos. Yuri comenzó a tranquilizarse: conocía muy bien el carácter de Grigori. Sabia desde la primera palabra que este pronunciara, en que dirección iba su discurso. De tal manera, dejo que la presentación continuara, preocupado en escrutar al resto de los asistentes. Observó a dos psicólogos famosos, disidentes de la línea de Platonov. De ellos el mas prominente era, sin duda, el desaliñado profesor Kárpov. Disimuladamente, espió a un laureado historiador de la Academia que, en su momento, había polemizado nada menos que con Kuusinen y Rosenthal. Por último, reconoció a Nietzsky. El biotrónico que, al parecer, había pulverizado las tesis parapsicológicas de Basiliev. El resto de los concurrentes, le era desconocido… exceptuando a Grigori, que ahora repasaba en voz alta su “curriculum”. Había algo de curioso en ese comité, formado hasta donde Yuri podía comprobar, por polemistas que antiguamente habían sido relevados de funciones académicas importantes. Se reconfortaba en esos pensamientos, pero también amonestaba en su interior, las formas escandalosas y aventureras que aquellos habían usado para conmover con sus tesis al mundo científico. Pero allí estaban ellos y todo indicaba que ahora tenían «al oso del collar». Nuevamente, se hizo silencio. Luego, Kárpov dijo en tono impertinente:

‑Usted, Tókarev, se ha extralimitado. Su función es clara: como profesor de religiones compara­das, en la Universidad o a través de publicaciones… su función, escúcheme bien, es contribuir a la educación atea de las masas, en la línea de la concepción materialista científica.

Yuri sintió que la sangre le golpeaba las sienes y tuvo que frenar sus reflejos cuando Kárpov le arro­jó, muy cerca, la revista de tapas verdes que tan bien conocía. Era el ejemplar del 1° de diciembre de 1978… cinco meses atrás. En ese momento, creyó comprender los motivos que obraron para la constitución de ese comité: se trataba de un cuestionamiento por su artículo sobre «la explosión religiosa en el mundo actual». Sin embargo, no encajaba del todo que el Ministerio de Defensa hubiera patrocinado la formación de tal comité. ¿Cómo se iba a mezclar ese organismo, en una discusión sobre sus puntos de vista? De todas maneras, esa especie de tribunal, esa habitación y el mismo, estaban en una dependencia del Ministerio.

Aflojó los músculos y se dispuso a escuchar al otro psicólogo.

‑El programa del PCUS, destaca que se debe realizar sistemáticamente una amplia propaganda ateísta, con base científica, explicando pacientemente la endeblez de las creencias religiosas… Veamos, veamos, señor Tókarev. ¿Que hizo usted exactamente?

Yo he comprobado peligrosos cambios en la religiosidad de los pueblos. He advertido sobre la necesidad de estudiarlos cuidadosamente y, por ultimo, he destacado que son síntomas de un cuadro amplio de locura colectiva.

‑¡«Síntomas» ! ‑interrumpió Grigori. Luego, continuo mirando a Yuri fijamente ‑. Camarada Tókarev: usted ha tirado la primera piedra y esta fue a caer justamente en el tejado menos conveniente. Usted afirmo que «la URSS, padece de miopía» en lo referente a fenómenos de alteración psicosocial. Usted usa una terminología irregular y antipática: «síntomas», «miopía»… ¿qué es eso, camarada?

Yuri respondió cínicamente: ‑Afirmo que los «síntomas» actuales mas alarmantes son: la mas fuerte oleada de UFOS; el suicidio en masa de mil cristianos protestantes en Guyana; la revolución islámica de Irán y la conmoción producida en la Dominicana y México, por el Papa de los católicos.

‑Eso no afecta a nuestro sistema de vida ‑replico Grigori ‑, mas bien certifica la descomposición del capitalismo.

Yuri, sin medir consecuencias, dijo algo que electrizó al comité. ‑Las alucinaciones de tipo UFO, fueron mayores en nuestro campo que en el capitalista; los suicidas de Guyana, de origen americano, se proclamaron «socialistas»; la revolución de Irán ha polarizado a millones de musulmanes en el sur de la URSS y, por ultimo, el Papa sale de la Polonia socialista que, a su vez, lo aclama.

‑¡Vamos al punto! ‑interrumpió una enérgica voz de mujer.

‑He contabilizado ciento doce síntomas en el mundo, en pocos meses. La mitad de ellos corresponde a nuestro campo. Y si he relacionado a los UFOS, con el suicidio ritual y otros fenómenos religiosos, es porque tengo la sospecha de que flota en el ambiente una perturbación mental de características místicas. Debemos comprender estas nuevas tendencias hoy en marcha. De lo contrario, pasará con mas frecuencia esa cosa inadmisible que sucedió en Irán.

Kárpov, había deslizado una esquela a Grigori. Cuando este la leyó hizo un gesto de interrupción a Yuri y luego dijo: ‑Muchacho, tenemos que seguir nuestra reunión, de manera que espera mi llamada en unos días.

El profesor Tókarev, entonces, se puso en pie y luego de inclinarse brevemente ante el conjunto, se dirigió hacia la pesada hoja. Antes de abrirla, alcanzó a escuchar un leve murmullo que corría entre los miembros del comité.