Y el capítulo V hace aparecer algunos estados de conciencia que tienen un carácter diferente a los habituales, son los fenómenos sugestivos, no por ello extraordinarios, pero que de todas maneras tienen la virtud de hacer sospechar un nuevo sentido en la vida.
La sospecha del sentido está lejos de, dar una fe o de cimentar una creencia, pero, en cambio, permite variar o relativizar la negación escéptica del sentido de la vida. El registro de tales fenómenos no pasa de comienzo, de promover una duda intelectual, pero tiene además la ventaja de afectar al sujeto en su vida diaria por su carácter experiencial. En tal sentido, posee mayor actitud de transformación que la que pudiera tener una teoría o un conjunto de ideas que hiciera variar simplemente el punto de vista con respecto de cualquier posición frente a la vida.
Los parágrafos de este capítulo configuran una especie de lista incompleta pero suficiente de registros, que al producirse invariablemente, acarrean preguntas por el sentido de la vida. Independientemente de la realidad que estos sucesos tengan, su registro es de una intensidad síquica tal, que exigen respuestas entorno a su significado. Y cualesquiera sean dichas respuestas, el sabor íntimo que dejan es siempre de sospecha sobre una realidad diferente.
Veamos los casos: “A veces me he adelantado a hechos que luego sucedieron. A veces he captado un pensamiento lejano. A veces he descrito lugares que nunca visité. A veces he contado con exactitud, lo sucedido en mi ausencia”. “A veces una alegría inmensa me ha sobrecogido”. «A veces una comprensión total me ha invadido». «A veces una comunión perfecta con todo me ha extasiado». «A veces he roto mis ensueños y he visto la realidad de un modo nuevo». «A veces he reconocido como visto nuevamente algo que veía por primera vez».»Todo ello me ha dado que pensar. Buena cuenta me doy de que sin esas experiencias, no podría haber salido del sin-sentido”.