Texto Nº 3

TA I GIN HUA DSUNG DSCHI (Wilhelm). Primera impresión china, S. XVIII.
Fragmento sobre el «curso circular de la luz».

«…Todas las mutaciones de la conciencia espiritual dependen del corazón…»

El maestro Lu Dsu dijo: «Debe cumplirse con todo el corazón la resolución de no buscar el resultado; el resultado viene por sí mismo. En el primer período de liberación hay principalmente dos faltas: la pereza y la distracción.

Sin embargo, eso se puede remediar: uno debe poner el corazón excesivamente en la respiración.

La respiración viene del corazón. Lo que sale del corazón es respiración. Así que se excite el corazón, nace fuerza respiratoria.

La fuerza respiratoria es originalmente actividad metamorfoseada del corazón.

Cuando nuestras ideas van muy rápidamente, se tornan inopinadamente en fantasías, que siempre van acompañadas de una aspiración, pues esta respiración interna y externa tiene cohesión, como sonido y eco.
Diariamente hacemos innumerables aspiraciones y tenemos, de igual manera, innumerables fantasías. Y así se escurre la claridad del espíritu, como se deseca la madera y muere la ceniza.

«En consecuencia, ¿no debe uno tener ninguna idea? Uno no puede estar sin ideas. ¿No se ha de respirar? No se puede estar sin respiración. El medio mejor es hacer de la enfermedad una medicina. Puesto que, ahora, corazón y respiración dependen uno de otro, se debe aunar el curso circular de la luz con el hacer rítmica la respiración…», etc.

Errores en el curso circular de la luz.

El maestro Lu Dsu dijo: «Vuestro trabajo se hará paulatinamente concentrado y maduro, pero antes del estado donde uno se sienta como un árbol seco ante la roca hay todavía muchas posibilidades de error, sobre las cuales quisiera yo llamar la atención. Se disciernen esos estados sólo cuando se los vivencia personalmente. De modo que los voy a enumerar aquí.

Mi dirección se diferencia de la dirección del yoga budista (Dschan Dsung) por cuanto tiene paso a paso sus signos confirmativos. Primero quisiera yo discurrir acerca de los errores y luego llegar a hablar de los signos confirmativos.

«Cuando uno se dispone a llevar a cabo su decisión, se debe previamente cuidar que todo pueda tener lugar en una postura cómoda, calma. No se ha de pretender demasiado del corazón. Se debe cuidar que la fuerza y el corazón se correspondan uno a otro de manera por entero automática. Sólo entonces se llega al estado de reposo.

Durante el estado de reposo uno debe cuidar de las correctas circunstancias y el espacio correcto. Uno no debe sentarse en medio de asuntos nimios; según se dice: uno no ha de tener vacuidades en la mente.

Se ha de poner de lado todos los enredos, ser enteramente soberano e independiente. Tampoco se debe dirigir los pensamientos a la ejecución correcta.

Cuando uno se toma demasiado trabajo, se presenta este peligro. No digo que uno no haya de tomarse ningún trabajo, pero la correcta conducta está en el medio entre ser y no-ser: cuando se alcanza premeditadamente la impremeditación, entonces, uno la ha captado.

Déjese uno ir, soberano y sin turbación, de manera independiente.

«Además, no se debe caer en el mundo fascinante. El mundo fascinante es donde las cinco clases de demonios oscuros hacen de las suyas; éste es, por ejemplo, el caso cuando, después de la fijación, tiene uno principalmente pensamientos de madera seca y de cenizas muertas, y poco pensar de la primavera luminosa sobre la gran Tierra. De esa manera uno se sume en el mundo de lo obscuro. La fuerza es allí fría, la respiración difícil y se muestran cantidad de imágenes de lo frío y lo que se extingue. Cuando uno se demora en él largo tiempo, se entra en el dominio de las plantas y las piedras.

«Tampoco se debe dejar extraviar por los diez mil enredos. Esto acontece cuando, después que se ha comenzado el estado de reposo, de repente se presentan sin interrupción toda clase de ligaduras. Uno quiere perforarlas y no puede, uno las sigue y se siente como aliviado por ello. Esto quiere decir: el señor se torna siervo. Cuando uno se demora en ello largo tiempo, se entra en el mundo de los deseos ilusorios.

«En el mejor caso se llega al Cielo, en el peor, a los espíritus-zorras. Tal espíritu-zorra por cierto también es capaz de manifestarse en célebres cadenas de montañas, de gozar del viento y la Luna, de flores y frutas, de tener su alegría en árboles de coral y hierbas de joyas. Pero, después que se ha manifestado de este modo durante trescientos a quinientos años, o en el mayor de los casos, después de algunos miles de años, su recompensa está terminada y nace otra vez en el mundo del desasosiego.

«Todo eso son caminos erróneos. Cuando se conoce el camino erróneo entonces se puede indagar los signos confirmativos».

Vivencias confirmativas durante el curso circular de la luz.

El maestro Lti Dsu dijo: «Hay muchas clases de vivencias confirmativas. Uno no ha de contentarse con reducidas pretensiones, sino alzarse al pensamiento de que todo ser viviente debe ser redimido. No se debe ser de corazón ligero y negligente, sino esforzarse porque la palabra sea demostrada a través de hechos.

«Cuando durante el reposo el espíritu tiene, en ininterrumpida duración, la sensación de una gran alegría, como si estuviera borracho o recién bañado, éste es un signo de que el principio luminoso es armónico en el cuerpo íntegro; ahí comienza a despuntar la Flor de Oro. Cuando luego, más adelante, todas las aberturas están quietas y la Luna de plata está en medio del cielo y tiene uno el sentimiento de que esta gran Tierra es un mundo de Luz y lucidez, éste es signo de que el cuerpo del corazón se abre a la claridad. Este es un signo de que la Flor de Oro se abre.

«Además, se siente al cuerpo íntegro firme y fuerte, de modo que no teme tormenta ni escarcha. Cosas que otros hombres consideran nada regocijantes no me pueden turbar la lucidez del espíritu-simiente cuando tropiezo con ellas. Oro amarillo llena la casa, jade blanco forma los peldaños. Las cosas corruptas y hediondas sobre la tierra, que toman contacto con un hálito de la verdadera fuerza, se tornan de inmediato vivas nuevamente. La sangre roja se torna leche. El frágil cuerpo carnal es oro vano y piedra preciosa. Este es un signo de que la Flor de Oro se cristaliza…

«El gran mundo es como hielo, un mundo vitroso de joyas. El brillo de la Luz se cristaliza paulatinamente. Por lo tanto, nace una alta terraza y sobre ella aparece, con el correr del tiempo, el Buda. Cuando el ser de oro aparece, ¿quién podría ser aparte de Buda? Pues el Buda es el santo de oro de la gran iluminación. Esta es una gran experiencia confirmativa.

«Hay ahora tres experiencias confirmativas que uno puede probar. La primera es que cuando uno ha entrado en el estado de meditación, los dioses están en el valle. Se oye hablar a los hombres como a una distancia de unos cientos de pasos, a cada uno de ellos clara e individualmente. Pero las voces suenan todas como un eco en un valle. Se los oye siempre, uno nunca se oye a sí mismo. Esto se llama la presencia de los dioses en el valle.

«A ratos se puede experimentar lo siguiente: así que se está en reposo, comienza a alzarse en llamas la Luz de los ojos, de modo que delante de uno todo se torna enteramente lúcido, como si se estuviera en una nube. Si se abre los ojos y uno busca su cuerpo, no se lo encuentra más.

Esto se llama: «En el aposento vacío se hace la lucidez». Todo, dentro y fuera, es igualmente lúcido. Este es un signo muy favorable.

«O cuando se sienta uno a meditar, el cuerpo carnal se torna enteramente brillante, como seda o jade. El sentarse resulta difícil, se siente uno tirado hacia arriba. Esto quiere decir: «El espíritu retorna y presiona contra el Cielo». Con el tiempo se puede vivenciar que realmente uno flota hacia arriba.

«Ahora ya se puede hacer esas tres experiencias. Pero no se puede expresar todo eso. En correspondencia con los talentos de los hombres, diferentes cosas aparecen a cada uno. Cuando se experimenta, ahora, las cosas justamente mencionadas, ello es un signo de una buena disposición. Con estas cosas es como cuando se bebe agua. Uno mismo observa si el agua es cálida o fría. Y del mismo modo debe uno convencerse de tales experiencias; sólo entonces son reales».